sábado, octubre 08, 2016

EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS






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Es una pena que el cine español basado en hechos reales- que tradicionalmente desde que comenzó a proliferar a partir de la Transición ha tendido al sensacionalismo y a cierto tremendismo- siga sin dar un buen número de películas de calidad. Y no será porque en la reciente historia española falten acontecimientos de variada índole con enorme potencial dramático y cinematográfico, como lo era a priori la historia del controvertido espía y agente del CESID Francisco Paesa y sus rocambolescas tribulaciones en las décadas de los 80 y 90, el asunto va más bien por la falta de ambición real de los proyectos y su proyección más allá de la comercialidad. En ese sentido, se esperaba más de un director como Alberto Rodríguez que ya demostró ser uno de los valores más interesantes del cine español de los últimos años con filmes como Grupo Siete (2012) o la excelente La Isla Mínima (2014), películas en las que el realizador andaluz demostraba tener un lenguaje cinematográfico original y con proyección internacional, pero parece que ante lo siempre goloso de un material más o menos polémico en un país en donde el morbo resulta un espectáculo de primer orden ha terminado por hacer que Rodríguez se escore más bien a un poco definido pastiche entre el cine político, el thriller de espionaje y el drama de personajes que resulta bastante poco convincente pese algún que otro momento aislado.

Eduard Fernández, actor camaleónico y eficaz, hace una buena interpretación de Paesa, en realidad un mercenario de inexistente catadura moral que lo mismo vendía armas a ETA que se dedicaba a organizar golpes contra dicha banda y que planeó y ejecutó no pocos trabajos sucios para el gobierno del PSOE en la época de mayor apogeo del GAL. Su momento estelar -la “protección” al más que corrupto director de la Guardia Civil Luís Roldán- es en lo que se centra principalmente este filme, que termina siendo a veces una suerte de buddy movie con Paesa y Roldán (Carlos Santos) imbuida de concesiones comerciales y hollywoodienses salvadas por momentos de buen thriller en un conjunto irregular con un guión desaliñado y poco cincelado. El hecho de que la película esté narrada (con voz en off) bajo el punto de vista del fiel colaborador de Paesa Jesús Camoes (José Coronado) es otra concesión de cara al cine de intriga barato que hace flaco favor al filme. Rodada en diversos países- por donde se movieron el bueno de Paesa y sus satélites-, se aprecia un enorme esfuerzo de producción que si que brilla en determinados momentos aunque cosas como la deficiente caracterización de Carlos Santos como Luís Roldán hacen que la película siga anclada en la mediocridad. Se espera con impaciencia al mejor Alberto Rodríguez.

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